Si de manera general analizamos la razón por la cual se contaminan los cuerpos de agua de Puerto Rico – ríos, playas, estuarios – podríamos concluir que se debe a la falta de mantenimiento e inversión en la infraestructura del agua y hasta a la falta de la infraestructura correspondiente en algunas regiones. Con esto hago referencia, tanto a la infraestructura construida por el ser humano, como a la infraestructura que nos ofrece la naturaleza.
Para lograr el derecho humano del acceso al agua y al saneamiento, según establecido por las Naciones Unidas en 2010, es meritorio contar con una infraestructura en óptimas condiciones y equipada para operar en escenarios desafiantes. La condición en que se encuentra esta infraestructura en cada región revela el valor que le asignan los ciudadanos que están al mando municipal y del país. La inversión en infraestructura requiere de un ejercicio de priorización de acciones y asignación de fondos. El valor del agua es precisamente el enfoque de la celebración del Día Mundial del Agua para este año.
Puerto Rico tiene una infraestructura envejecida; la mayoría de sus embalses críticos tiene 50 años o más. Según el Water Alliance, la vida útil de la infraestructura del recurso agua es de aproximadamente 47 años. A esto se le suma que la infraestructura ha sufrido los embates de los últimos huracanes y terremotos, por lo que requiere de una revisión en diseño para hacerla resiliente.
A pesar de haber mejorado el porcentaje de pérdida de agua potable de 62% a 59%, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados tiene un gran reto por delante al tener que invertir $2,000 millones en mejoras capitales, de los cuales una tercera parte debe estar dirigida a reparaciones y resiliencia. La pérdida de agua sin cobrar por fisuras, metros de agua dañados y consumo no autorizado continúan siendo las razones principales por las cuales perdemos el preciado líquido.
Los embalses a su vez han disminuido su capacidad de almacenamiento por la sedimentación entre un 30% a 60%. Su infraestructura requiere refuerzo y su operación necesita un plan de mitigación para manejar emergencias en casos de falla. Entre otros servicios, los embalses nos ofrecen recreación, control de inundaciones, reservas de agua potable y generación de energía eléctrica.
En cuanto a la infraestructura de aguas residuales, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados cuenta con 51 plantas de tratamiento, 5,300 millas de líneas de alcantarillado y 824 estaciones de bombeo. Su buen funcionamiento, particularmente luego de la temporada de huracanes de 2017, requiere una inversión total de $551 millones a través de un periodo de seis años.
El deterioro de la infraestructura del agua en Puerto Rico puede revelar el valor que tiene este recurso natural para quienes dirigen el país. Sin embargo, limitarse a establecer el valor según la eficiencia de la infraestructura de cada país no hace justicia a su importancia. El agua nos da vida, salud y disfrute. Por lo tanto, su apreciación la determinan múltiples consideraciones de índole social, económica y ambiental.
Valorar el agua conlleva conservarla. Ante los retos que nos impone el cambio climático, estas acciones deben contemplar los riesgos según pasados eventos atmosféricos severos, las amenazas según las proyecciones climáticas, y los atributos del entorno natural. Para esta última, es necesario que municipios, agencias del gobierno central y sector privado abracen la idea de invertir en la construcción y mantenimiento de infraestructura natural para el manejo sustentable del recurso agua.
As originally reported by: El Nuevo Día