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Guifre Tort hizo que el mundo mirara cómo podemos aprovechar el tapón

Aixa Sepúlveda
NotiCel

Cuando Guifre Tort Ortiz, de 42 años, da un vistazo a todo lo que ha pasado para llegar hasta donde ha llegado, reconoce que entre los mayores escollos que ha encontrado en el camino fue ese miedo inicial a dar un paso importante para echar a andar un proyecto que temía que le robaran y la lucha por emprender un negocio propio que nunca parecía darse.

Sin embargo, tras diez años de un arduo caminar, comienza a recoger los frutos de su compañía GKP LLC, creadora del TEBS (Traffic Energy Bar System), el prototipo de un proyecto que persigue sacar la luminaria pública de las carreteras y crear uno que sea autosuficiente.

Guifre es hijo de dos arquitectos, así que, después de ver lo difícil que le parecía este negocio, era lo menos que deseaba estudiar. Él se formó profesionalmente en la disciplina de la gimnasia, pero no fue algo que se vio haciendo el resto de su vida. Más bien en donde se sentía cómodo era en todo lo que estuviera relacionado al arte, a todo lo creativo. Así que después de intentar estudiar medicina y darse cuenta de que no era la carrera en la que quería permanecer, dio un salto a Educación, y para su sorpresa, tras tomar una electiva de arquitectura, se enamoró de toda la parte creativa de esa especialidad.

Decidido a permanecer en esta vía, Guifre se marchó a la Escuela de Arquitectura de San Germán y dejó sus trabajos en San Juan como entrenador de gimnasia y mesero y culminó un bachillerato en Artes Plásticas, con especialidad en cerámica y escultura, además de terminar el programa de Arquitectura de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Casi de inmediato, comenzó a laborar en una oficina de arquitectos, pero en sólo seis meses recordó aquello que de niño lo había separado por tanto tiempo de la carrera: la profesión va más allá de una expresión artística.

“Me encantó estudiarlo, porque era diseñar todo lo que el papel aguantara, y a nivel creativo, el cielo era el límite, pero la profesión se trata de negocios, de relaciones públicas, de economía, de reglas, de leyes, de un montón de cosas que no se discuten en la universidad, como por ejemplo, que esto se trata de hacerle publicidad a tu nombre”, lamentó.

Mientras laboraba en la oficina de arquitectura, realizó un viaje a la isla de Culebra y tuvo la oportunidad de conocer a la productora de cine Inés Mongil, con quien tuvo una extensa conversación relacionada a su carrera y lo limitante que le resultaba para su lado creativo.

“Un mes más tarde, me llamó para ofrecerme trabajo en la película “Dance with Me” (1998), con Chayanne y Vanessa Williams. Renuncié a la oficina de arquitectura y me fui a trabajar a un set por 50 pesos al día. Lo que hacía en los primeros seis a ocho meses era repartir café y cartas, tener agua y refresco disponible en los sets, pintar las paredes del estudio, etcétera. Lo bueno de estar ahí fue que desde ese lugar pude ver cómo funcionaba la industria. Era un colectivo trabajando hacia un mismo fin”, recordó.

Cuando conoció el departamento de arte de la producción quedó impresionado, así que comenzó a abrirse paso ofreciéndose como asistente. El resultado fue una trayectoria de 15 años en la industria cinematográfica, en la que terminó ejerciendo como director de arte y productor de diseño, y realizando más de 30 películas –entre locales y extranjeras–, siete novelas y miniseries, y más de 200 comerciales para marcas locales y nacionales.

“Uno es educado para ser empleado y no empresario; y hay otra parte de la educación que te enseña que no le puedes decir lo que piensas a nadie porque te roban las ideas, y por todo el miedo que hay detrás de eso, estuve un año inmóvil, que literalmente no hice nada”.

Por varios años, Guifre tuvo la oportunidad de emprender su propio negocio y lo intentó por la parte de la gastronomía, sin embargo, terminó perdiendo dinero en un primer intento y, en el segundo, nunca se le cumplió con un acuerdo de sociedad, aunque terminó aprendiendo mucho de la parte administrativa. También fue el creador de un directorio de publicidad para cine y teatro, conocido como Prepro. Sin embargo, cinco años más tarde, la Corporación de Cine les quitó los fondos, pues ya las plataformas publicitarias se estaban volcando hacia lo digital.

Todos los intentos de crear su propio proyecto parecían verse frustrados, y todo esto pasaba por su cabeza un día de verano de 2007, mientras respiraba profundo en medio de un tapón, con el aire acondicionado de su auto dañado, y el calor y la humedad amenazando con arrebatarle de cantazo la paciencia. Su hijo, entonces de cuatro años, iba en la parte de atrás jugando con una linterna que hacía un ruido muy particular que comenzaba a desquiciarle.

“Le dije: ‘Ya está bien de esto’, y se lo quité. Pero fui yo quien empezó a usarlo como ‘stress relief’ y me puse a analizarlo. Después miré dónde estaba: en un tapón con postes a mi alrededor y pensé que si esa linterna la hacíamos en una escala mayor y la poníamos en el piso, los carros podían ayudar a generar la electricidad y hacer que la iluminación de la carretera fuera autosuficiente”, explicó.

Guifre estaba muy entusiasmado con la idea, sin embargo, ese miedo que les da a las personas que piensan que no deben compartir una idea, lo paralizó. “Ya había pasado un año de todo eso y hacía mis diseños, pero como que no arrancaba y una noche estaba viendo el programa ‘The Big Idea’, de Donny Deutsch en CNBC, en donde iba la gente a presentar sus ideas y contar cómo lo lograron. De momento, Donny termina el programa diciendo: ‘Tú que estás en el mueble de tu casa, esa idea que tienes, si no te levantas a hacerla, nadie la va a hacer por tí’. Me quedé sorprendido y al otro día busqué un abogado para que me orientara para proteger la idea”, dijo.

En ese momento no conocía ningún abogado, así que un conocido le recomendó uno que era español y tenía experiencia en la materia. Comenzaron a levantar el dinero para resolver la primera patente.

Después de conseguir dinero de parte de familiares y amigos, buscó un ingeniero que le ayudara con la idea y, tras ver que el proyecto tomaría más tiempo de lo que pensaba, ofreció hacerlo socio del negocio. Él aceptó.
De la misma manera, fue integrando a un equipo de trabajo que le ayudó con el plan de negocio, la parte gráfica, el montaje y a hacer las diferentes búsquedas de información. Unos dijeron que sí y luego se marcharon y otros han permanecido firmes. Es así como hoy le ha dado forma a una compañía compuesta de 10 personas que siguen remando hacia la misma dirección para ver este proyecto convertido en una realidad.

Después de que su abogado se marchara a España y viera detenida la gestión de la patente, Guifre contactó al licenciado Eugenio Torres quien le dijo que él no era la primera persona que pretendía sacar energía del flujo vehicular, sino que la primera vez que lo intentó hacer fue en 1930 y que había como siete patentes más relacionadas a lo mismo, aunque todas utilizando tecnologías distintas a la suya.

El próximo paso fue presentarlo a inversionistas en Puerto Rico, pero estos no estaban dispuestos a invertir en proyectos de riesgo. Así que se lanzaron a crear un prototipo que les salió en $15,000. En ese momento, todo el plan de negocio debió cambiar a números reales, ya que todos los costos eran aproximados, y al final del día el tamaño real del aparato subió a un costo de 2.5 millones.

El equipo de trabajo comenzó a trabajar para levantar el dinero necesario y a los inversionistas les agradaba la idea, pero aún la veían como alto riesgo. Luego de varios intentos y presentaciones que incluyeron más de una visita a La Fortaleza, la Cámara y el Senado, y luego de una mala experiencia con uno de los municipios, Guifre fue perdiendo el deseo de poner en marcha su proyecto aquí en la Isla, así que cuando una amiga que está activa en todo lo relacionado al cambio climático le habló de la competencia Decarbonathon, en París, él aceptó. A esta sometieron 592 personas que componían 253 proyectos de parte de 67 países de alrededor del mundo. En el primer escogido de 16, Guifre y su equipo entraron. Estos finalistas viajaron hasta París por cuatro días y tuvieron a su disposición un equipo de científicos que elogiaron su proyecto, pero lo movieron hacia otra dirección.

“Nos dijeron que era un proyecto increíble, pero que estaba enfocado en la dirección equivocada porque estábamos trabajando con generación de energía y eso había cambiado hacía meses atrás, desde el COP21. Ahora todo se trata de bajar la huella de carbón a nivel del planeta y este proyecto ayuda a estabilizar la huella de carbón para que no siga creciendo”, contó.

El equipo de Guifre salió de París con el primer lugar a nivel mundial en la categoría de energía responsable y el tercer lugar entre todos los competidores. “Ahora entramos en un proceso de ‘mentorship’ con Engie, que es el auspiciador del evento, y nos ayudan a afilar nuestra presentación para casarnos con inversionistas y hacer un proyecto piloto en Francia”.

Después de un andar de altas y bajas, antes de salir de París, dos de los jueces se le acercaron para comentarle que habían identificado una carretera en donde podrían hacer el proyecto piloto. Además, un correo electrónico recibido en los pasados días le hizo dar gracias a Donny Deutsch por haberlo hecho levantar de su sofá, pues le informaron que hay un municipio en Grecia que quiere probar su proyecto TEBS, así como una compañía española que quiere hacer lo propio en Inglaterra.

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*Nota del editor: En la serie #InteligenciaSocial presentamos historias de personas que, mediante la innovación y la solidaridad, están creando soluciones para los problemas de Puerto Rico. Sigue toda la serie aquí.