Por Ivan Ríos Mena, COO del Fideicomiso de Ciencia y Tecnología
El Nuevo Día
El espíritu innovador tiene raíces en el riesgo y la experimentación.
La historia de los países exitosos está enlazada por un hilo conductor: la interacción continua entre innovación y emprendimiento. Pueden llegar a ser términos vacuos o clichosos que están “in” en los círculos de desarrollo económico y tecnología. “Innovación” y “emprendimiento”, sin embargo, son dos de los ingredientes más importantes en el desarrollo de esas economías exitosas, desde el Antiguo Egipto hasta Estados Unidos.
En el último, la electricidad de Edison y Tesla se unió al capital y emprendimiento de Westinghouse y Morgan para crear nuevas industrias y riquezas. La creación de esas industrias surgidas a raíz de la masificación de la electricidad requirió de al menos tres elementos: conocimiento, capital y emprendimiento. También requirió de recursos como laboratorios, educación, dinero, voluntad y otros ingredientes. En Puerto Rico existe una brecha entre el talento de clase mundial que tenemos y esos recursos que necesitamos para ser reconocidos como un eje global donde se pueden crear, atraer y retener científicos y emprendedores. Científicos y emprendedores que necesitan infraestructura, conocimiento y dinero para lograr nuevos descubrimientos y comercializar los existentes, creando así un círculo virtuoso de conocimiento y riqueza.
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